
Eleven giant pyres of tusks from around 6,000 elephants, a quantity seven times the size of any previous burn, were lit by the Kenyan president, Uhuru Kenyatta, at a ceremony in Nairobi national park on Saturday.
Fuente Kenya burns largest ever ivory stockpile to highlight elephants’ fate | Environment | The Guardian
35.000 elefantes africanos son asesinados cada año para hacerse con sus colmillos. Países como Tanzania, por ejemplo, ha visto cómo la población de elefantes descendía un 60% en los últimos 5 años, de 109.051 ejemplares en 2009 a 43.330 en 2014. Tampoco se quedan atrás otras zonas del continente como Mozambique, Sudáfrica, Kenia o Botsuana. Una de las principales razones que está llevando al borde de la extinción a estos paquidermos es el tráfico de colmillos de elefante, siendo un lucrativo negocio en el que están inmersos desde grupos armados que operan en esta zona (como las milicias de Al-Shabaab) hasta funcionarios corruptos que hacen la vista gorda a cambio de jugosas recompensas.
Aunque gran parte del marfil comercializado de forma ilegal escapa a los controles, las partidas que son incautadas se almacenan, guardando una pequeña parte para fines científicos y como prueba judicial. El resto se destruye. De hecho, el pasado día 30 de abril de 2016, el gobierno keniata quemó más de 100 toneladas de marfil correspondientes a más de 6.000 elefantes. Pero, ¿sirve de algo quemar los colmillos de elefante?
Muchas organizaciones conservacionistas abogan por aplicar estas drásticas medidas como mensaje de la nula permisividad en estas actividades, aunque numerosos expertos afirman que este tipo de exhibiciones solo son fachada, un intento de mostrar que se está haciendo algo cuando en realidad algunos gobiernos amparan a escondidas a estas mafias, como ponía de manifiesto en 2014 la web Born Free USA. La quema de colmillos de elefante (cabe comentar que en la destrucción de hace unos días se han empleado 10.000 litros de diesel mezclados con queroseno, ya que el marfil no arde bien) no ha frenado la captura de estos animales, tal y como afirma Mike Norton-Griffiths, experto zoólogo, que argumenta que la destrucción masiva de colmillos es contraproducente, puesto que el precio del marfil se dispara haciendo su comercio más atractivo.
Aunque es cierto que los intentos de comercializar marfil de una forma ordenada no han dado resultado, personalmente creo que su destrucción tampoco es la solución. Las medidas para acabar con esta lacra deben venir de la mano de la población local, con mecanismos que proporcionen a las comunidades derechos de propiedad sobre la vida silvestre, acabar con la corrupción y establecer un comercio legal sumamente restrictivo y controlado que se apoye en las últimas tecnologías de trazabilidad, tal y como afirma John Frederick Walker.