
En lo que respecta a la traducción a la vida cotidiana de estas opiniones, las actitudes no varían mucho o se han relajado en los últimos años. Si la mitad de los encuestados asegura que se desplaza “a pie o en bicicleta” por su localidad, el porcentaje que usa el transporte público habitualmente en diciembre de 2015: un 25%, es menor que en 2010 que estaba en el 33%. De igual manera, los consumidores que se fijan en que su nuevo automóvil vaya a ser más o menos contaminante no varían y se quedan en el 42%.
Espero que nadie se ofenda o mosquee por la utilización del término «hipocresía medioambiental». No en vano, estoy atendiendo a la acepción recogida por la RAE, que define «hipocresía» como el «fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan». Y es que el tema del medioambiente en España cada vez me recuerda más a los documentales de La 2, que los ve todo el mundo, aunque prestar atención a la televisión y echar la siesta sean a la postre tareas incompatibles.
Y digo esto porque el CIS publicó el pasado mes de diciembre el avance de resultados de su último barómetro y entre las preguntas se incluyó una batería de cuestiones relativas a energía y medioambiente que arroja interesantes resultados. En resumen, se puede afirmar que la protección ambiental despierta simpatías, en plan «Voy a firmar en esta campaña de protección del Ártico y luego lo comparto en el Facebook y el Twitter para que se vea lo comprometido que estoy con el planeta», pero ay! cuando se nos pregunta sobre nuestros comportamientos y si éstos son consecuentes con nuestras palabras. Porque, vaya por donde, para el 46% de los encuestados proteger el medioambiente está muy bien, pero siempre y cuando no afecte al bolsillo o lo haga de forma muy escasa.
El problema viene cuando te detienes a pensar un poco y descubres que cuidar el medioambiente no tiene por qué ser caro. Es más, incluso a veces hasta se ahorra. Uno de los ejemplos más claros es el uso del transporte público en detrimento del vehículo privado. Vale, reconozco que hay gente que por su actividad laboral o porque vive donde Cristo dio las tres voces precisa de un automóvil, pero aún así seguro que se pueden buscar alternativas tales como compartir coche o emplearlo solo para acercarse hasta el transporte público más cercano. Exceptuando a estas personas y puesto que lo tocante al bolsillo es uno de los principales condicionantes de nuestra forma de vida, en la web ActiBva han hecho números en relación con el gasto que supone moverse en coche y en transporte comunitario. La conclusión es bastante clara: el automóvil supone un coste aproximado de 250 €/mes con un uso ocasional, frente a los 54 € que cuesta el abono para una zona de una ciudad como Madrid. Si se compara el transporte público con los vehículos eléctricos, la rentabilidad de moverse en autobús, tren o metro quizás si pueda cuestionarse, pero actualmente la compra de utilitarios de estas características está al alcance de pocas personas y personalmente considero que está por ver si los vehículos eléctricos van a poder liderar algún día una revolución efectiva (las inversiones a realizar en las ciudades para facilitar el uso del coche eléctrico son ingentes).
Pero igual el tema económico no es suficiente para convencerte, así que quizás te interese saber que según un estudio publicado recientemente, el grado de contaminación procedente de las vías de entrada a una gran urbe como Chicago guarda relación con el aumento de los crímenes violentos. Los dos investigadores que han llevado a cabo el análisis han comprobado que según la dirección del viento (si sopla a favor o en contra de las principales carreteras que circunvalan la ciudad), los actos violentos experimentaban un incremento de hasta un 2,2%. Es decir, teniendo en cuenta que gran parte de la contaminación urbana está originada por los vehículos a motor, cuantos más circulan por sus calles, más insegura puede resultar una ciudad.
Por tanto y dejando a un lado las razones de índole emocional relacionadas con el uso del coche particular, resumidas en la web Coches&Marketing, estaría bien saber si existe algún oscuro placer que la ciencia aún no ha desentrañado en el hecho de enfrentarse diariamente a los atascos que paralizan las ciudades en hora punta, en llegar hasta la puerta de la tienda para hacer las compras un viernes a las 19.00 horas con otros miles de conductores que están intentando hacer eso mismo o en llegar un día sí y al otro también encabronado/a a tu destino.
Siguiendo con los resultados del barómetro, otro tema que también me ha llamado la atención es la afirmación de que «más de la mitad de los ciudadanos (51,6%) creen que están desinformados sobre temas medioambientales». Que en la sociedad de la información se argumente justamente la falta de información como una especie de excusa me parece cuando menos chocante. Quiero pensar que la pregunta estaba formulada desde la perspectiva de la necesidad de fuentes solventes y transparentes, porque en cuanto a cantidad, hay verdaderos torrentes circulando por internet. Ahora bien, para intentar dilucidar las posibles cuestiones sobre medioambiente que puedan surgir es condición sine qua non un poco de interés y curiosidad. Y en este sentido, la realidad es también bastante tozuda y cruel y como recordaba Manuel Arias Maldonado, profesor titular de Ciencia Política en la Universidad de Málaga en un artículo de EfeVerde, «en los países angloparlantes, el nombre de la modelo Kim Kardashian tuvo más búsquedas en Google que la expresión «cambio climático», lo cual es un indicativo de las prioridades». Y si por algún momento has pensado que aquí la situación es diferente, siento sacarte de tu particular ensoñación: los 3 términos más buscados en España durante 2015 fueron «Gran Hermano 16», «Eurovisión» y «Supervivientes».
¿A que no tenemos desperdicio como sujeto de estudio científico?